Nosotros
Nosotros
Caupolicana nació cuando Felipe decidió que los aromas del Valle del Aconcagua merecían ser estudiados y preservados. Su formación en ecoturismo—entre plantas, senderos y estaciones— lo llevó a reconocer que muchas especies locales tienen un valor que rara vez se registra con precisión. Destilar se convirtió así, en la herramienta adecuada para capturar esos aromas y transformarlos en algo accesible, estable y transmisible.
Caupolicana nació cuando Felipe decidió que los aromas del Valle del Aconcagua merecían ser estudiados y preservados. Su formación en ecoturismo—entre plantas, senderos y estaciones— lo llevó a reconocer que muchas especies locales tienen un valor que rara vez se registra con precisión. Destilar se convirtió así, en la herramienta adecuada para capturar esos aromas y transformarlos en algo accesible, estable y transmisible.
Los primeros años fueron una exploración: identificar especies, observar sus ciclos, recolectar con cuidado y aprender a operar el alambique con la paciencia que exige un oficio. La destilación se volvió un medio para comprender el territorio a través de su composición aromática, no como un ejercicio estético, sino como una forma práctica de estudiar la relación entre la planta y el lugar donde crece.
Los primeros años fueron una exploración: identificar especies, observar sus ciclos, recolectar con cuidado y aprender a operar el alambique con la paciencia que exige un oficio. La destilación se volvió un medio para comprender el territorio a través de su composición aromática, no como un ejercicio estético, sino como una forma práctica de estudiar la relación entre la planta y el lugar donde crece.
Más adelante se suma Tomás, aportando su experiencia en levantar proyectos y estructurar procesos. Lo que encontró no era una marca en construcción, sino una práctica consistente que merecía consolidarse. Desde entonces hemos trabajado juntos en dar continuidad y forma a ese esfuerzo: fortalecer el taller, ordenar los métodos de producción y profundizar el estudio de las plantas del valle.
Más adelante se suma Tomás, aportando su experiencia en levantar proyectos y estructurar procesos. Lo que encontró no era una marca en construcción, sino una práctica consistente que merecía consolidarse. Desde entonces hemos trabajado juntos en dar continuidad y forma a ese esfuerzo: fortalecer el taller, ordenar los métodos de producción y profundizar el estudio de las plantas del valle.
El territorio también ha guiado nuestra identidad. Los aromas que obtenemos son el resultado directo de un clima, un suelo y una historia local. Cada especie revela una parte distinta del paisaje, y cada destilación es un registro que conserva esa relación.
Trabajar aquí implica aceptar los ritmos del valle y aprender a leer sus condiciones para obtener resultados fieles a lo que el entorno ofrece.
La presencia de Cristóbal ayudó a dar expresión a todo este proceso. Su trabajo gráfico no nació para representar un producto, sino para dar forma al pensamiento que sostiene el taller. A través de él logramos articular una identidad visual que acompaña nuestro oficio y su conexión con el territorio.

El territorio también ha guiado nuestra identidad. Los aromas que obtenemos son el resultado directo de un clima, un suelo y una historia local. Cada especie revela una parte distinta del paisaje, y cada destilación es un registro que conserva esa relación.
Trabajar aquí implica aceptar los ritmos del valle y aprender a leer sus condiciones para obtener resultados fieles a lo que el entorno ofrece.
La presencia de Cristóbal ayudó a dar expresión a todo este proceso. Su trabajo gráfico no nació para representar un producto, sino para dar forma al pensamiento que sostiene el taller. A través de él logramos articular una identidad visual que acompaña nuestro oficio y su conexión con el territorio.

Hoy entendemos Caupolicana como un espacio de estudio y creación. Los aceites esenciales y los hidrolatos que elaboramos son solo una parte del proyecto: cada lote es un documento, una pieza de artesanía y una extensión del paisaje en el que trabajamos. Nuestro origen se sostiene en esa práctica continua, donde el conocimiento, el oficio y el territorio avanzan juntos.
Ese es el fundamento de Caupolicana. Una construcción lenta, precisa y situada, nacida de la voluntad de preservar los aromas del valle y de seguir aprendiendo a través del hacer.

